A simple vista la pintura es llamativa y en el fondo es también una fuente histórica importante para conocer cuáles eran los juegos que practicaban nuestros ancestros europeos; este cuadro me motiva estimular a niñ@s, jóvenes y adultos dibujar nuestros juegos, aquellos que puedan tener influencia de todo tipo, pero que por todas las cosas sean juegos realizados por peruan@s y en nuestro propio contexto social.

De pronto me viene la aberrante y triste idea, de que en un cuadro de juegos de nuestros tiempos, se dibujen juegos estáticos, pasivos, violentos o puramente cibernéticos. No estoy en oposición al avance de la tecnología en los juegos, pero me opongo y me resisto que los juegos de nuestros tiempo tengan que ser más intelectuales que físicos y sociales. El desequilibrio en el desarrollo biopsicosocial de una persona, sólo le proporciona deficiencias, enfermedades, stress, depresiones, soledad, etc.

Por eso, que viva el Juego con nuestros padres-madres, herman@s, vecin@s, compañer@s de trabajo, con nosotr@s mism@s

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Cita de Constantino Carvallo en La Vocación del Maestro:

" La satisfacción del maestro tendría que provenir del reconocimiento que él hace de su especial función. Del goce de crear respuestas humanas y del valor moral que poseen. No puede provenir de la consideración social o de las recompensas económicas porque es una profesión poco valorada, a menudo incluso por los padres, y mal pagada. Y no habrá forma de obtener satisfacción y mantener el entusiasmo en la tarea si el vínculo que nos une con el niño y con la profesión no está teñido por el amor. Un amor extraño, el eros pedagógico, fundado en la sublimación, en la ausencia de posesión, en la separación constante y en la necesidad de recoger en el alma del otro, en el espejo del alma ajena, los resultados de nuestra noble acción. Un amor al futuro y a la promesa que significa el presente con toda su perplejidad. Al crecimiento, a la mejora constante. Hace falta una vocación, una inclinación natural, no fingida, a amar al niño, a tolerarlo y comprenderlo. A ser paciente con él. Una necesidad de reflejarnos, de recogernos, generosos y buenos, en el breve recuerdo del niño que ya pronto nos olvidará."