Cita de Constantino Carvallo en La Vocación del Maestro:

" La satisfacción del maestro tendría que provenir del reconocimiento que él hace de su especial función. Del goce de crear respuestas humanas y del valor moral que poseen. No puede provenir de la consideración social o de las recompensas económicas porque es una profesión poco valorada, a menudo incluso por los padres, y mal pagada. Y no habrá forma de obtener satisfacción y mantener el entusiasmo en la tarea si el vínculo que nos une con el niño y con la profesión no está teñido por el amor. Un amor extraño, el eros pedagógico, fundado en la sublimación, en la ausencia de posesión, en la separación constante y en la necesidad de recoger en el alma del otro, en el espejo del alma ajena, los resultados de nuestra noble acción. Un amor al futuro y a la promesa que significa el presente con toda su perplejidad. Al crecimiento, a la mejora constante. Hace falta una vocación, una inclinación natural, no fingida, a amar al niño, a tolerarlo y comprenderlo. A ser paciente con él. Una necesidad de reflejarnos, de recogernos, generosos y buenos, en el breve recuerdo del niño que ya pronto nos olvidará."

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