Estuve a punto de formar parte de ese grupo de maestras castradoras de la libertad del ser humano; pero la sabia ayuda de quienes escriben y quienes estudiaron el desarrollo del niño desde su nacimiento, Piaget, Erikson, Freud, Gardner, fue el salvavidas que encontré cuando iba a ser arrastrada por la corriente del agua brava.
Sin embargo una de las principales fuentes de las que me remití para no repetir los errores que a veces los maestros ignorantes, egoistas y autoritarios suelen cometer, fue la fuente de mi historia infantil, aquella que me marcó para toda la vida; aquella de la que guardo los recuerdos más trágicos de mi vida.
Podemos leer mucho, y llenar nuestro ego con cartones y diplomas de conferencias y seminarios, pero si no logramos sensibilizarnos de verdad, o sea ponernos en los zapatos de los niños, será difícil que nuestra labor educadora pueda tener el menos éxito.
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