Ya no me interesa instruir al niño, prefiero jugar y a partir de este tipo de relación estimular la expresión verdadera de sus odios y sus amores. Los maestros muchas veces entramos al aula pensando que estamos delante de seres que esperan nuestro conocimiento para asimilarlo, memorizarlo y practicarlo constantemente en medro de una seudo socialización que "beneficiará el desarrollo del niño". Cuanto daño le hacemos al niño pensando de esta manera; su pensamiento es más amplio que el nuestro en el sentido que tiene menos barreras, menos prejuicios y menos paradigmas, y esta libertad de parámetros lo hace "más" ante nosotros, que vemos el mundo con más temores que ellos. Todo logro que obtengamos como educadores, estará en función del triunfo de la libertad del niño; y si en nuestra práctica diaria en el aula, establecemos reglas que inhiben la libre expresión social, física e intelectiva del niño, estaremos forjando en nuestras aulas, seres incapaces de asumir con seguridad y confianza los retos de este mundo globalizado.

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